"Orfeo guiando a Eurídice desde los infiernos" de Jean Baptiste Camille Corot
Roberto Calasso. La Literatura y los dioses (trad. de Edgardo Dobry); Anagrama, Barcelona, 2002, 211 pp.
III
"¿Qué es entonces la verdad? Una hueste en movimiento de metáforas [...]" En este extracto citado por Calasso, que pertenece al libro Sobre verdad y mentira en un sentido extramoral de Nietzsche, podemos avizorar el arribo el mar de las aguas del pensamiento. Apenas se anuncian estas palabras "los inmensos andamios y el entramado de los conceptos se derrumban; metáfora no significa sencillamente ornamento no vinculante, sólo pertinente en el mundo inconsciente de los poetas [...] Nietzsche sugería entonces ese instinto que no se apacigua en el gran 'columbario de los conceptos' buscará 'otro cauce para su corriente' ".
Otro cauce proveniente de esa chispa original; el entramado de palabras que surgen y también generan. El volcán de sentidos se expande, primero, y luego arroja estos "litos" figurativos, constantes, sin limitar su aparición del subconsciente hacia la parte consciente. La realidad formada de estos "litos" (palabras) unidos, rigurosos, lúdicos, continuos en su forma racional; de esa razón delata aquello que Nietzsche llama y derroca como verdad.
Nos sentimos desprovistos ante tales argumentos, no dichos desde la simple penumbra de un estudio, sino desde el pedestal del templo de la razón con un tono ritual, trágico, develando la naturaleza incontenible del lenguaje.
Dice Calasso, más adelante:
"Nietzsche acaba por atribuir al arte una suprema cualidad gnoseológica". Propone como apotegma un aforismo que cimbra el orden racional establecido:"Si todos los conocimientos son formas de la simulación, el arte es al menos el más inmediato y vibrante".
Fíjese bien la atención en estas líneas simples: Si la ciencia natural (matemáticas, física, química, bilogía, etc.) y la ciencia social (Filosofía, antropología, Ciencia Política, etc. ) son formas de simulación - farsa, sotie-, el arte (pintura, escultura, danza, etc.) por lo menos es el más inmediato y vibrante.
Es un argumento (si se puede utilizar el término) que incrustado en el continûus de 23 páginas forma un ínfimo fragmento (físicamente hablando) perdido en la construcción. Sin embargo, es el núcleo argumentativo de todo el capítulo. Oculto entre el tejido de palabras, formando parte del magma expulsado; confundido entre la lava del volcán incontenible del lenguaje. Una simple piedra, un "litos" nutrido con la esencia del resto de las piedras. Como lo menciona Calasso: "Nietzsche ejerce la 'magia del extremo', su primera y más temeraria virtud". Finalizar aquí sería dejar de lado el furor ideológico con el cual Nietzsche asciende al filo del templo y coloca al arte por encima de todo.
IV
Para finalizar esta reseña, Calasso encuentra una salida sutil al gran problema que nos ha planteado. Para ello recurre a Proust y lo define: "Aunque con frecuencia es presentado como un fatuo mundano a la espera de ser rozado por la inspiración, Proust presupone esta iluminación [...]-que Calasso ve como- un fondo deslumbrante ". Y continua Proust "El poeta se detiene ante cualquier cosa que no merece la atención del hombre juicioso, de forma que nos preguntamos si es un amante o un espía y, después de que por largo tiempo pareciera que mirara un árbol, nos preguntamos qué es lo que mira en realidad".
Esto sirve a Calasso para humanizar aquellos argumentos que nos parecen tan complejos, dictados por un ente externo, sin aminorar su influjo sobre el mundo, un Daimon que extrae verdades del poder elemental humano: el lenguaje. Un atentado contra la razón; un nuevo genio predica ante un público heterogéneo (gente de mercado, de plaza pública, sofistas, magos, rápsodas) de una Atenas construida en el auge de unos pliegos y algunas letras: la polis de los libros. Este nuevo Sócrates ha atentado contra la vieja razón de aquél del siglo V, con este parrafada: "(el poeta) Permanece frente aquel árbol [...] pero lo que busca está sin duda más allá del árbol". Y lo que busca "no son sensaciones sino leyes". Leyes que Calasso califica de misteriosas y sin cesar adjudica nuevamente a Proust: "La mente del poeta está llena de manifestaciones de leyes misteriosas y, cuando estas manifestaciones aparecen, se fortalecen, se destacan fuertemente sobre el fondo de su mente, aspiran a salir de él, porque todo aquello que debe durar aspira a salir de todo aquello que es frágil, perecedero y que puede desaparecer esa misma noche o ya no ser capaz de sacarlo a la luz [...] así el pensamiento de las leyes misteriosas, o poesía, cuando se siente suficientemente fuerte, aspira asalir del hombre caduco que acaso esta noche estará muerto y en el cual (como depende de él puesto que es prisionero, y él puede enfermar, o distraerse, volverse mundano, debilitarse, consumar en el placer aquel tesoro que porta en sí y que se deteriora bajo ciertas condiciones de su vida, puesto que su suerte está todavía ligada a él) no tendrá más energía misteriosa que le permitira desplegarse en su plenitud; él aspira a salir del hombre bajo la forma de obra".
El anterior, es un texto que deja sin aliento; nos muestra en luz tenue la aproximación al "desafío de la literatura absoluta" y halla en estas "leyes misteriosas (descubiertas por el poeta)" a aquellas leyes metódicas de la ciencia universal. Se convierte en un proceso de flujo de continuidad; un hecho patente entre dos atmósferas, que de un mundo igual dan un resultado ambiguo y semejante. Todo lo cubre el lenguaje: desde "en el principio fue el verbo" hasta esta compleja relación de redes entre vocablos: significados y significantes: confundidos, cruzados, negados y afines: acordes, notas, ritmo, armonía: fluidez, profundidad: subjetividad: tiempo: recuerdo, memoria, olvido (negación otravez).
Finalizo este capítulo retomando la versión que cita Calasso de la copa Ática donde aparece un joven escriba, una cabeza sola (Orfeo decapitado) y un dios que señala al escriba. El orden es así: tres actores existen en la literatura: "la mano que escribe", "la voz que habla" y "el dios que vigila e impone". Calasso propone llamarlos de la siguiente forma:el Yo, el Sí y lo Divino. Entre ellos sucede el eterno "proceso continuo de la triangulación" al cual se ven sujetos los poetas tanto como los hombres de ciencia. ¿Quien dicta las leyes para unos, lo hace para los otros?; los métodos no son diferentes (cuántas noches de delirio pasó un físico para encontrar fórmulas que le explicaran una minúscula relación del espacio en el universo- quizá sean las misma que un poeta busca un vocablo frente a un procesador de palabras a las tres de la mañana y que no hallará hasta horas, días, meses o años después).
El Daimon ha mostrado su poder de posesión y este "proceso de triangulación" se ha convertido en la fórmula física de explicar su delirio. ¿Calasso será un nuevo maestro de la religión de la razón (inspirado por el flujo palabras1) que sustituirá aquel ogro Ateniense que lo mismo predicaba en un mercado que en plaza pública? Quisiéramos que la historia nos anticipara el desenlace.
1 Unas detrás de otras, sometidas a la misma fuerza natural. Unas palabras engendrando una nueva generación distinta de conceptos, sonidos, voces y articulaciones, en fin, nuevas palabras.
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