miércoles, 25 de noviembre de 2009

Otro texto del libro de cuentos

LOS FIELES

A Genaro Rendón

Este relato lo transcribí de la reproducción de un viejo VHS con la etiqueta que le da nombre. Me lo canjeó un ladrón por una botella de licor de caña. En este video se relata cómo las primeras bandas se dividen el poder en este pueblo.

Los esperamos desde hace cuatro horas, escondidos en esta zanja tupida. La tierra está seca, sólo puede germinar la hierba mala. Un cuenco viejo permanece en tierra oxidado. Está seco como nosotros. Somos tres los que estamos encomendados aquí. El negro nos dijo que lo debemos liquidar antes de que pase por completo la peregrinación. Juan piensa que mataremos a su padre, está feliz. No sabe que otro será el muerto. Arguye que está cansado y los pies se le entumen. El sol arrecia.

- ¿Cuándo van a llegar?- dice Juan.

Mientras se arranca el pelo del costado. Se ve ansioso.

Yo lo miro con piedad. Crecimos juntos, ahora debe caer, por la responsabilidad de su padre. El padre que a todos nos bautizó. Luego Juan empieza a comerse su propio cabello que tiene en las manos. Como un juego de mordisquear los folículos delgados hace un pequeño esfuerzo se los traga.

- No falta mucho - mira el reloj, marca las tres y media.

Observo todos los huecos de polvo; sé que ellos vendrán. Estamos sedientos y urgidos por el tiempo. Ariel saca un cigarrillo y lo enciende; luego hunde su mano sobre la tierra blanda. Su silencio nos quema. Juan tiene temor, tiembla cuando toma el arma. ‘El cura no nos protegió. Alguien tiene que pagar, el dinero que pasa por aquí es demasiado para que el cura nos quiera ver la cara’ nos explicó el negro. Juan tiene el cíngulo de su padre.

- Pinche sol – espeta Ariel con su voz ronca.

Él se acerca para decirme que terminemos de una vez, yo le digo que el negro nos dio la orden que lo esperáramos y arroja el cigarrillo.

Con el cañón del revólver le hago la señal de silencio y le explico:

- El negro dijo que pasarían a estas horas, no falla- dice la voz en off.

- ¿Y si ellos también están armados?- contesta Juan.

- Tú disparas y ya - responde Ariel hastiado.

Ariel es el más tranquilo de los tres. El sol le da en pleno rostro y no parece hacerle mella. Yo sudo como un loco. Vemos otra polvareda y levantamos las armas. Ariel corta el cartucho de su escuadra y yo preparo el gatillo de mi Smith & Wesson. Oigo sus cantos ya cerca. Se escucha un tambor y una sonaja que acompañan sus rezos. La peregrinación, por la polvareda, oculta sus rostros. No sabemos quienes cruzan la colina: son una sierpe de formas humanas que avanza lentamente, la farsa. Juan lleva la botella de agua y le da el último trago. Ariel se adelanta y lo sigo. Los rezos y los cantos se escuchan muy cerca. Juan dispara de forma defensiva, casi inocente.

‘Pendejo’, grita la voz en off. Ariel mira a Juan y éste empuña la pistola en contra de Ariel.

- El negro nos traicionó – titubea, Juan, quitándose el sudor confundido con las lágrimas. Yo no respondo. Oímos el grito del negro desde el grupo de personas: “está muerta”.

Los rezos cesan y sólo el zumbido del polvo nos da en la cara. Juan quiere huir, una convulsión lo deja en el piso vomitando sangre. No entendemos. Ariel avanza hacia el cuerpo que se agita. El polvo disminuye. Veo una turba de hombres con R -15. El viento se tarda en anunciármelo. Ya no hay tiempo. El sol me ha secado la boca. El negro, que viene entre el tumulto (en la cámara se ve alto y calvo), se aproxima a nosotros; dispersa a sus hombres.

[Aquí se interrumpe el video. El personaje identificado como voz en off tiene una cámara oculta en alguna parte de su cuerpo. El relato continua en medio de una polvareda y con un ángulo nulo. Pareciera que inclinó la cámara hacia el suelo. Continúa con la voz del personaje].

Reniego del polvo porque se introduce en mis ojos dejándome sin ver; voy a la turba pensando en la muerte; Ariel me dice que entregue mi arma. El negro extiende su mano para recibirla. La pongo en su palma. El negro mira el cuerpo con lástima y no me dice nada.

- ¿Está muerto?- la voz en off.

- Creo que sí- se sienta en la piedra y da un suspiro.

El negro limpia el sudor de su frente con un pañuelo que saca de su pantalón y guarda la pistola en su cinto. Luego responde con sorna:

- La gente del cura nos iba a matar, mis muchachos y los detuvimos en el vado- sonríe el negro- están locos, pero el cura no verá el cuerpo.

No hay heridos; sólo Juan revolcado con la boca abierta ante el sol. El negro al fin arroja un fajo de billetes al suelo, los levanta Ariel.

- La mierda extranjera no nos agrada- Ariel lo mira con repulsión y el negro ríe burlonamente.

A mi no me mira.

- ¿Y su gente? ¿Y los fieles? - le increpa la voz en off se percibe temor.

- Ya sabes que hacer- responde el negro.

Sus hombres arrojan un par de palas de tierra y se alejan con la peregrinación; los tambores comienzan a tocar y los rezos se reanudan. Ariel levanta el cuerpo con dificultad. Yo no comprendo.

Ariel en silencio me mira.

- Terminamos aquí - señala al suelo. El sonido de su voz se confunde con el ruido de los tambores y los cantos.

Lo veo marcharse lentamente hacia la peregrinación, sé que se perderá entre el tumulto.

[Hay otra pequeña pausa en el video. Recomienza con el personaje que porta la cámara que tiene las manos cruzadas al pecho de alguien, que poco a poco por sus diálogos descubrimos que es el cuerpo de Juan. Le habla como si estuviera vivo].

- Tengo que llevarte donde nadie te encuentre- dice la voz en off.

Yo me echo a la espalda el cuerpo de Juan camino lento porque su peso inerte es mucho.(Se inclina y lo deja sobre la tierra). Pienso en mi amigo, su muerte repentina. A lo lejos veo un punto, una forma con túnica que arrastra sus pasos. (Se ve en la película un punto lejano, negro, luego se multiplican hasta ser una turbamulta. Es gente del cura.).

- Me engañó, no los detuvo- dice la voz en off.

Comienza a cavar el pozo en silencio, tratando de ganar tiempo. Una figura que después se descubre como “el cura” llega hasta aquí con los fieles, son muchos los ojos que miran. Cada uno se acerca al cuerpo y lo recorre; unas mujeres le cruzan las manos en el pecho. Murmuran cosas, continúa cavando. El cura trae la ropa sucia, casi ensangrentada sin el cíngulo.

- Juan era mi amigo- dice la voz en off.

Les habla para que le recen. (la cámara no regresa a la fosa, no se mueve, sólo está la turba ) El cura dispara. La gente ha desaparecido, como si fuesen sólo sombras.

La cámara mira la sol. Se pierden los colores.

Juzgué que por los cortes, no hubo edición en este instante, llevé la cinta con un especialista en grabaciones digitales y dijo que la grabación no había sido recortada. No hay añadiduras.

sábado, 14 de noviembre de 2009




CALASSO Y LOS DIOSES









"Orfeo guiando a Eurídice desde los infiernos" de Jean Baptiste Camille Corot
Foto: Fabiola Dom.

I

Roberto Calasso. La Literatura y los dioses (trad. de Edgardo Dobry); Anagrama, Barcelona, 2002, 211 pp.


VIII La Literatura Absoluta: me parece fundamental denunciar el poder creativo del lenguaje de Roberto Calasso. Es un poder en sí mismo. En este último capítulo, Roberto Calasso, nos guía por el sendero de la literatura hasta percibir la luz: el principio del universo como lenguaje; ya no la creación del mundo, sino el universo humano. A través de cuatro citas Calasso nos prepara para la gran hazaña del entendimiento posmoderno: la literatura como un todo. Argumenta la formulación de un mundo hecho de "litos" inscritos en la realidad o en el subconsciente como mera referencia: piedras inmóviles que han logrado tomar forma externa. Las citas son impresionantes; buscan encontrar el núcleo monológico de la literatura cito (la parte final de Novalis): ¿Y si mi voluntad quisiera sólo aquello a lo que estoy obligado, no podría acaso esto, al fin, sin que lo supiera o creyera, ser poesía y hacer comprensible un misterio del lenguaje? ¿Sería entonces un escritor por vocación, puesto que un escritor es sólo aquel que se ha dejado entusiasmar por el lenguaje?




Propone la tesis (si me estuviera permitido utilizar este lenguaje): la condición finalmente se convierte en vocación. Lo que soy me obliga y lo que me obliga habita el lenguaje. No hay condicionantes, utilizo este simple fraseo para redefinir lo que Calasso implora para Novalis: "No es un argumento ni una serie de argumentos, sino un flujo continuo de palabras sobre el lenguaje, en el que se tiene la impresión de que es el lenguaje mismo el que habla".





Perfectamente monorreferencial, apela al lenguaje para hablar del lenguaje y no sólo, también lo toma como un origen para hablar de él ¿Qué Δαίμων (daimon) secreto habita a este escritor? ¿Quién inspira a este nuevo genio de los libros?





II






En el principio no sólo fue el verbo, si no el flujo de los verbos: la enumeración, la construcción, el no cesar. Un cause que no se ha interrumpido hasta nuestros días. El monólogo de Novalis (arriba lo cito en la parte final) lo atesora Calasso como el fundamento de lo que posteriormente llamara Literatura absoluta. Cito: En este texto, del que no se conserva manuscrito, texto acéfalo, quizás una hoja suelta, imposible de fechar con certeza- pero posiblemente redactado en aquel año inaugural de 1798- en estas líneas susurradas como un presto demoniaco, la literatura se ofrece ala plenitud de su carácter temerario: irresponsable, metamórfica, huidiza a todo intento de identificación policiaca [...] Aparece como un remedio universal contra la visión inmóvil de la memoria humana; inserta y descrita por las palabras. Su explicación se halla unas páginas adelante: Abocada exclusivamente a su propio proceso de elaboración, como un niño absorto en su juego solitario [...]. Verá que hay allí algo bienintencionado, probo, sincero (en el sentido antiguo), en absoluto carente de atractivo, pero que representa, estados de ánimo, relaciones, situaciones, transmite experiencias y conocimiento, pero que el lenguaje no es el agente creativo en sí, no en sí mismo. Entonces llega Nietzsche y comienza el lenguaje, que no quiere (y no puede) sino fosforecer, brillar, arrebatar, aturdir.




Estas palabras preconizan la reunión continua de los "litos"; de los fragmentos de idea en la Historia del pensamiento, como objetos sagrados que destellan dentro del subconsciente, sostenidos por sí mismos en ese gran flujo. Nos traen la noticia del arribo de ese ogro nihilista que derrocará deidades con un argumento fabuloso.






III





"¿Qué es entonces la verdad? Una hueste en movimiento de metáforas [...]" En este extracto citado por Calasso, que pertenece al libro Sobre verdad y mentira en un sentido extramoral de Nietzsche, podemos avizorar el arribo el mar de las aguas del pensamiento. Apenas se anuncian estas palabras "los inmensos andamios y el entramado de los conceptos se derrumban; metáfora no significa sencillamente ornamento no vinculante, sólo pertinente en el mundo inconsciente de los poetas [...] Nietzsche sugería entonces ese instinto que no se apacigua en el gran 'columbario de los conceptos' buscará 'otro cauce para su corriente' ".





Otro cauce proveniente de esa chispa original; el entramado de palabras que surgen y también generan. El volcán de sentidos se expande, primero, y luego arroja estos "litos" figurativos, constantes, sin limitar su aparición del subconsciente hacia la parte consciente. La realidad formada de estos "litos" (palabras) unidos, rigurosos, lúdicos, continuos en su forma racional; de esa razón delata aquello que Nietzsche llama y derroca como verdad.

Nos sentimos desprovistos ante tales argumentos, no dichos desde la simple penumbra de un estudio, sino desde el pedestal del templo de la razón con un tono ritual, trágico, develando la naturaleza incontenible del lenguaje.

Dice Calasso, más adelante:

"Nietzsche acaba por atribuir al arte una suprema cualidad gnoseológica". Propone como apotegma un aforismo que cimbra el orden racional establecido:"Si todos los conocimientos son formas de la simulación, el arte es al menos el más inmediato y vibrante".

Fíjese bien la atención en estas líneas simples: Si la ciencia natural (matemáticas, física, química, bilogía, etc.) y la ciencia social (Filosofía, antropología, Ciencia Política, etc. ) son formas de simulación - farsa, sotie-, el arte (pintura, escultura, danza, etc.) por lo menos es el más inmediato y vibrante.

Es un argumento (si se puede utilizar el término) que incrustado en el continûus de 23 páginas forma un ínfimo fragmento (físicamente hablando) perdido en la construcción. Sin embargo, es el núcleo argumentativo de todo el capítulo. Oculto entre el tejido de palabras, formando parte del magma expulsado; confundido entre la lava del volcán incontenible del lenguaje. Una simple piedra, un "litos" nutrido con la esencia del resto de las piedras. Como lo menciona Calasso: "Nietzsche ejerce la 'magia del extremo', su primera y más temeraria virtud". Finalizar aquí sería dejar de lado el furor ideológico con el cual Nietzsche asciende al filo del templo y coloca al arte por encima de todo.



IV

Para finalizar esta reseña, Calasso encuentra una salida sutil al gran problema que nos ha planteado. Para ello recurre a Proust y lo define: "Aunque con frecuencia es presentado como un fatuo mundano a la espera de ser rozado por la inspiración, Proust presupone esta iluminación [...]-que Calasso ve como- un fondo deslumbrante ". Y continua Proust "El poeta se detiene ante cualquier cosa que no merece la atención del hombre juicioso, de forma que nos preguntamos si es un amante o un espía y, después de que por largo tiempo pareciera que mirara un árbol, nos preguntamos qué es lo que mira en realidad".

Esto sirve a Calasso para humanizar aquellos argumentos que nos parecen tan complejos, dictados por un ente externo, sin aminorar su influjo sobre el mundo, un Daimon que extrae verdades del poder elemental humano: el lenguaje. Un atentado contra la razón; un nuevo genio predica ante un público heterogéneo (gente de mercado, de plaza pública, sofistas, magos, rápsodas) de una Atenas construida en el auge de unos pliegos y algunas letras: la polis de los libros. Este nuevo Sócrates ha atentado contra la vieja razón de aquél del siglo V, con este parrafada: "(el poeta) Permanece frente aquel árbol [...] pero lo que busca está sin duda más allá del árbol". Y lo que busca "no son sensaciones sino leyes". Leyes que Calasso califica de misteriosas y sin cesar adjudica nuevamente a Proust: "La mente del poeta está llena de manifestaciones de leyes misteriosas y, cuando estas manifestaciones aparecen, se fortalecen, se destacan fuertemente sobre el fondo de su mente, aspiran a salir de él, porque todo aquello que debe durar aspira a salir de todo aquello que es frágil, perecedero y que puede desaparecer esa misma noche o ya no ser capaz de sacarlo a la luz [...] así el pensamiento de las leyes misteriosas, o poesía, cuando se siente suficientemente fuerte, aspira asalir del hombre caduco que acaso esta noche estará muerto y en el cual (como depende de él puesto que es prisionero, y él puede enfermar, o distraerse, volverse mundano, debilitarse, consumar en el placer aquel tesoro que porta en sí y que se deteriora bajo ciertas condiciones de su vida, puesto que su suerte está todavía ligada a él) no tendrá más energía misteriosa que le permitira desplegarse en su plenitud; él aspira a salir del hombre bajo la forma de obra".

El anterior, es un texto que deja sin aliento; nos muestra en luz tenue la aproximación al "desafío de la literatura absoluta" y halla en estas "leyes misteriosas (descubiertas por el poeta)" a aquellas leyes metódicas de la ciencia universal. Se convierte en un proceso de flujo de continuidad; un hecho patente entre dos atmósferas, que de un mundo igual dan un resultado ambiguo y semejante. Todo lo cubre el lenguaje: desde "en el principio fue el verbo" hasta esta compleja relación de redes entre vocablos: significados y significantes: confundidos, cruzados, negados y afines: acordes, notas, ritmo, armonía: fluidez, profundidad: subjetividad: tiempo: recuerdo, memoria, olvido (negación otravez).

Finalizo este capítulo retomando la versión que cita Calasso de la copa Ática donde aparece un joven escriba, una cabeza sola (Orfeo decapitado) y un dios que señala al escriba. El orden es así: tres actores existen en la literatura: "la mano que escribe", "la voz que habla" y "el dios que vigila e impone". Calasso propone llamarlos de la siguiente forma:el Yo, el Sí y lo Divino. Entre ellos sucede el eterno "proceso continuo de la triangulación" al cual se ven sujetos los poetas tanto como los hombres de ciencia. ¿Quien dicta las leyes para unos, lo hace para los otros?; los métodos no son diferentes (cuántas noches de delirio pasó un físico para encontrar fórmulas que le explicaran una minúscula relación del espacio en el universo- quizá sean las misma que un poeta busca un vocablo frente a un procesador de palabras a las tres de la mañana y que no hallará hasta horas, días, meses o años después).

El Daimon ha mostrado su poder de posesión y este "proceso de triangulación" se ha convertido en la fórmula física de explicar su delirio. ¿Calasso será un nuevo maestro de la religión de la razón (inspirado por el flujo palabras1) que sustituirá aquel ogro Ateniense que lo mismo predicaba en un mercado que en plaza pública? Quisiéramos que la historia nos anticipara el desenlace.


1 Unas detrás de otras, sometidas a la misma fuerza natural. Unas palabras engendrando una nueva generación distinta de conceptos, sonidos, voces y articulaciones, en fin, nuevas palabras.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Está listo

ALUD

Conocí a este hombre, era inútil hablar mucho tiempo con él. En este texto está el sustrato de origen y lo que logré captar de su charla Era un diálogo difícil porque el hombre hablaba con un tono grave y arrastrando las palabras, como si las mascara al emitirlas.

Era necesario establecer el principio del temor, ese aterrarse por las formas. Como el grito interior que decía “sal, márchate”. Un cobarde que siempre escapa. No fue el hecho, aislado por supuesto, de que el rayo irrumpió, ni siquiera el estruendo que se oiría después como un augurio.
Tomó el pocillo de café que estaba en la hornilla con la manga raída de su gabardina. Era un hombre duro, aún su mata de cabello no mostraba esa capa blanquecina y la barba apenas tenía unas chispas tenues de canas.
- Los rayos caen por culpa de los pecados- dijo el hombre -. Si no estuviéramos muertos, podríamos hasta pensar en el pecado, Adriano, pero estamos más allá de cualquier acto.
Adriano dormía en la parte plana del respaldo y abrió los ojos.
“Podría decir que eres hermoso, pero no debo tener concesiones con la vida”, lo pensó mientras le daba un trago al pocillo.
Hacía largo tiempo que nada deseaba más. Cualquier objetivo sabía que era inútil. La muerte de su mujer desde hace 2 años lo había lanzado a la intemperie, a pedir limosna, su trabajo; sus manos llenas de callosidades por el esfuerzo de afilar cuchillos. Habitaba una ciudad perdida.
Pensó en el arma que estaba en el piso y la sangre de su mujer y en su hijo ahogado. Sus ojos quisieron traicionarlo con lágrimas. “Mi cuchillo, fue con mi cuchillo”. No había escenas previas, sólo la boca de ella robando aire, el niño en la tina flotando; la mujer escupía sangre sin aire cuando él la recordó. Me mataron todo, pensó. Huía de la persecución del Estado.
El techo de asbesto dejaba pasar una gota que caía en el brazo del sillón desgastado y sucio. Un rayo inquietó a Adriano. El gato buscó los brazos cálidos del hombre avejentado.
- Si pronunciaras mi nombre, quisiera que fuera lo último que escuchase, luego podré creer – le dijo al gato y después dejó el pocillo en la mesa de centro.
El frío entraba por las paredes humedecidas de cartón y la base de madera tembló aunque soportaba aún la estructura.
- Siempre, Adriano, estamos en la línea- tomó nuevamente su pocillo-; al borde de la catástrofe.
La noche dejó entrever otro haz que marcaba en la tierra un hueco negro, escuchándose el trueno segundos después. La ventana de plástico golpeaba con el viento furioso, el hombre se puso en pie y el gato brincó al piso de tierra.
- Se romperá, estoy seguro, esta noche perderemos toda la casa- le dijo a la silueta del felino que buscó refugio debajo del sillón.
De una de las esquinas del cuarto vio un cartón empapado que tenía la palabra Caution.
- Sólo espero que termine. Nunca tuvimos nada, ni seremos un pueblo - amargamente musitaba a la sombra de la lluvia. La leyó varias veces en silencio, como si comprendiera todo de un solo golpe. Se hizo ovillo y empleó el chaleco de lana cruda para retirar la humedad de su barba y bigote.

Sacó de su bolsillo una cartera de piel sin curtir que se descosía. Extrajo una credencial de estudiante y vio la fotografía. Recordó su garbo y su manera de dirigirse a sus compañeros. Las imágenes lo habían abandonado. Ya no tenía nada: mujer e hijo habían muerto. La escuela perdida en sus lagunas de sangre.
- Soy éste y todos los hombres; yo o cualquiera. Mi aspecto mi sombra, nada importan-. Un rayo hizo temblar la estructura mientras la gotera se convertía en un chorro continuo. El agua hizo lodo en el suelo.
- Si sólo existiera dios o el mundo- susurró.
La pared comenzaba a desprenderse y la estructura de madera cedió, partiendo la casa. El hombre fue golpeado por la madera pero logró salir trastabillando. Ya en la intemperie, sentía las gotas que le cerraban los ojos. Huyó, siempre lo hacía cuando los acontecimientos eran adversos.
- Si pudiera rezar- se dijo mientras esperaba otro estruendo.
El hombre se detuvo a enterrar la credencial “Réquiem”, respondió muy bajo, mientras arrojaba un puño de tierra húmeda al hoyo. Se puso en pie. Caminó rápido, alejándose del lugar. Se desplazó entre las casas de cartón como si flotara, pero sentía el cuerpo duro y las manos entumidas; rió, finalmente.
Huía con rapidez.
- También olvidaré tu nombre, Adriano- espetó como si el gato estuviera presente. De lejos, miró cómo los habitantes se escondían “¡Ratas!”, dijo.
Los truenos no cesaban. El hombre siguió en línea recta hasta salir del conjunto de cuadros de cartón sobre la tierra. Miró atrás. Un monte se vino abajo. Poco después se escuchó el estruendo del lodo sobre las frágiles casas, la gente gritaba; algunos corrían para salvar sus pertenencias del cieno; otros trataban de ayudar a los sepultados. El hombre recordaba al gato debajo del sillón, su casa había quedado entre el montón de tierra.
Salió en pos de la avenida poblada de ruidos de agua hasta que alcanzó un puente para guarecerse de la lluvia y el viento que le daban en el rostro. Un niño traía un gato alejándose del alud de tierra y los gritos. El gato repetía un sonido monótono que el hombre comprendió como palabras.
- Sólo me falta creer – se dijo.
Pensó en ese pasado y el maravilloso don que tenía para predecir catástrofes. Regresó al derrumbe, algo encontraría en los escombros algo útil para llevarse, mientras los otros buscaban a sus muertos.

La lluvia comenzó a ceder.


Para poder escuchar la historia completa pasé mucho tiempo bajó la lluvia. Parecía como si el hombre fuera un símbolo de este elemento. Nunca cesó de llover, hasta que se alejó.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Poema de Oliverio Girondo (a manera de descanso)

NOCHE TOTEM

SON LOS TRASFONDOS OTROS DE LA IN EXTREMIS
médium
que es la noche al entreabrir los huesos
las mitoformas otras
aliardidas presencias semimorfas
sotopausas sosoplos
de la enllagada líbido posesa
que es la noche sin vendas
son las grislumbres otras tras esmeriles párpados
videntes
los atónitos yesos de lo inmóvil ante el refluido
herido interrogante
que es la noche ya lívida
son las cribadas voces
las suburbanas sangres de la ausencia de reman-
sos omóplatos
las agrinsomnes dragas hambrientas del ahora con
su limo de nada
los idos pasos otros de la incorpórea ubicua tam-
bién otra escarbando lo incierto
qué pude ser la muerte con su demente célibe
muleta
y es la noche
y deserta

O.G.


Magnífico texto que eleva a otro nivel el juego vil de lenguaje. Sin timidez experimenta con el espíritu de la nada. De ella parte y a ella vuelve. Como en los textos antiguos de la india, hace recordar que en el metro (unidad de medida poética) habitan los dioses. Quién vuelve intacto después de este poema, quién se atreve a negar la "nada" descubierta al mismo tiempo que el universo y el todo.

Primer texto del libro


AGUA

Eel narrador dejó el papel a un lado de su cabecera como testimonio anónimo. La familia lo encuentra y lo destruye. Por fortuna lo hallé -después de que la familia me dio la noticia- en estado legible y con una concordancia tal que me asombró.

El hombre segrega desastre.
E.M. Cioran
Serían las diez o las once, no tuve la certidumbre pero mi mano se extendió hacia el buró, lo fui descubriendo completo. Lo admiré y provocó en mi la sensación de esa realidad: rojo en su cuerpo con sus manecillas negras. No creería verlo tan reluciente después que tanta veces lo he arrojado al piso con ira: por su naturaleza servil al sol, a la madrugada y por desesperarme al despertar con ese sonido monótono.
Antes de mudarme aquí, viví tranquilo con mi familia, ahora, en esta buhardilla sólo el grito puede unirme con los inquilinos de abajo.
Intenté alejar mi vista del objeto. La perra dálmata, que me regaló mi madre, dormía al lado de mi cama, sentí el impulso por llamarla. No tenía nombre. Algo se rompió en mi cabeza.
Desperté, los minutos que transcurrieron parecían prolongarse, miré la hora. La perra dálmata agitó su cola; ella permanecía en su sitio. Escuché un zumbido y mi reloj oscurecía. Todo su interior acumulaba agua, escurrían goterones de líquido turbio, como un río después de la lluvia. Noté que en su parte circular se ennegrecía y que en él flotaban animales pequeños y babosos. Alrededor había hormigas que caminaban en círculos como haciendo un ritual. Tuve miedo pero la curiosidad me llevó a tocar el reloj; una sanguijuela se prendió a mi dedo, caminó ascendiendo hasta mi mano. A cada paso bebía mi sangre. De una aparente molestia se trasformó en un dolor continuo. Reaccioné con mi otra mano. Era una y después fueron decenas, cada agitación de la muñeca las multiplicaba por diez, por ciento, por mil, hasta convertirse en una piel encima de mi piel. Juro que grité, pero lo único que salía de mi boca eran vidrios molidos, minúsculos, que escupía al suelo como blasfemias, como nombres o hechos diferentes. La perra ladraba, no salía el grito salvador, el sonido que hiciese que mis vecinos atendieran mi llamado de auxilio. Permanecía completamente solo, oyendo sus ladridos, sin que alguien se asomase a mi habitación; nadie la oía ladrar, nadie.
Recuperaba la voluntad, cada vez era más lúcido, me despabilaba. No era mi reloj, estaba seguro, ni tampoco, mis manos. Apreté los párpados con la convicción: “el sueño, era el sueño”. Logré desterrarlo.
Fijé mi atención en el foco: los desprendimientos ámbar que lo iluminaban todo; el cuarto permanecía en calma, cambió su aspecto oscuro, crepuscular; las paredes estaban teñidas de verde turquesa. Al fin terminó, se percibía un claro silencio de mañana que entraba al cuarto. Respiré hondo, feliz de colocarme de pie, ponerme frente a la luz de la ventana que las cortinas detenían. Ya no temí al objeto ni a sus alimañas.
El artefacto estaba henchido de agua, mis manos dolían y las descubrí pobladas; imposible al intento del grito. Sólo comenzaron los cristales a convertirse en palabras y saliva sin sangre. Nadie escuchó a la perra que ladraba con desesperación. Yo permanecí conciente y la distinguí con unos colores vivos: blanco y negro, su pelaje relucía. Intenté tocarla pero se echaba hacia atrás; ella era el único testigo de la manera en que los cristales emanaban de mi boca; tambalee, los animales comían mi sangre, habían expandido su mancha hasta mi rostro. Temblé de ira y temor. Los trozos de vidrio me dieron cuenta de lo que sucedía, uní esos fragmentos para hilar este texto. Las palabras estaban ya muertas. La dálmata se acercó a lamer mi rostro. No supe más de la mañana que cedía. Al final me dejé caer, uní los brazos a mi pecho, apreté los párpados. Ya no escuchaba nada.

El cuerpo fue encontrado boca abajo. No había rastro de violencia. parece que el hombre se levantó inconsciente y murió asfixiado por su propia lengua. Había huellas de una materia líquida en el reloj. La perra aulló durante dos días la pérdida de su amo y, posteriormente, murió.

martes, 10 de noviembre de 2009

Nota del libro de Cuentos

NOTICIA DEL ESCRITOR

Este libro compilado a lo largo de 5 años reúne una serie de relatos que muestran la vida en un pueblo. Por ahora, tengo que reservarme su nominación. Pero sí aclaro, lector, que están hechos con el mayor apego a la situación histórica[1].
Regresando a los argumentos, elijo acatar las viejas reglas del testimonio. Y aclaro, como lo escribiría Marcel Schöwb, lo magnífico de la vida de otros, son las particularidades y los elementos que las hacen únicas. Me atreví a escribir la verdad de los personajes y los seres porque sé que tendré una vía para delatar todo esto que parece enlazado a una serie de acontecimientos sociales, económicos, políticos y morales corrompidos. Por ello tengo que hacer una confesión: yo soy parte de ese sitio. Pertenezco a esa realidad construida sin palabras. Ya no puedo guardarla más.


El libro lo dividí en tres partes para poner en aviso al lector que las historias son temáticamente cercanas, por su continuidad cronológica, su descripción y su proximidad estructural. Algunos relatos tienen indicaciones previas que muestran la manera en que se encontró el testimonio (caso de los relatos: Vigilia en chelo, Los fieles o La casa de los árboles muertos) o la forma en que se halló el vestigio (el recado hecho trizas en el cual se encontró la historia denominada Agua). Es importante aclarar que este escritor se dio a la tarea de investigar, entre los pobladores, cada elemento que diera sentido a su identidad. Pero resultó, que un objetivo puramente cultural, se convirtió en un testimonio crudo de eventos anómalos, extraños. Por ello no puedo develar el nombre del sitio. El próximo libro lo habré de publicar cuando nadie pueda tomar represalias. Por el momento me abstengo.
Son también historias en su formalidad oral que este escritor dio estilo a través de una crónica. Según los elementos con los cuales se iba cotejando el relato, de los diferentes narradores orales como el caso de Alud y Los perros (que dejé en la parte final del libro). Otro destino distinto es el del texto Enrico y los peces fue importante colocarle el referente oral para que tuviera sentido la narración, ya que, a diferencia de las otras, tiene algunos elementos fantásticos.
El caso de La aguja de Cioran es diferente; primero porque raya en la ficción y segundo porque el autor fue Miguel Ferrán, un escritor que publicó un ensayo, en una revista literaria (que yo dirigía hace algunos años). Él envió este texto para que se le diera difusión. Lo entendí como literatura, de primera impresión, por el estilo, (y estuve a punto de descartarlo) pero al descubrir que ese mismo relato contenía otro me percaté que algo sospechoso rondaba en el texto. Los epígrafes fueron respetados como el autor las colocó.
Hablando al respecto en dos de los relatos: Agua y Vigilia en chelo, el epígrafe surgió encontrándose con el texto. Explico, en alguna ocasión, releyendo ambas historias, tenía yo en mi mesa de trabajo los libros de José María Vargas Vila, abrí una página al azar y apareció esa frase. No pude evitarlo y la coloqué como un referente personal, algo que le diera sentido a mi relectura; en el segundo caso, el libro de Emil Mijail Cioran, fue mucho más complejo, ya que me hallaba buscando un bolígrafo que había extraviado en el suelo y al inclinarme el libro estaba abierto en el sitio donde encontré ese aforismo. Sin embargo para los textos de Ofelia y La compañía fue su temática lo que orilló a colocarles cada epígrafe, resultó un acto irresistible, casi obligado de manera automática; el primero, de Shakespeare, apareció como una urgencia de ratificar un estado mortal y el segundo, de Nietzsche, como una ingerencia personal, un acto de rebelión y sentido filosófico. Un metarrelato de una historia de lecturas personales.
No anticipo nada, lo dejo al lector que deberá emitir su juicio. Al final de libro se percatará de los hechos.
M.T.

[1] Tanto que Herodoto podría dar fe de ello; así como Aristóteles y Ganímedes. [Como soy católico debo citar de mejor manera a San Juan de la Cruz y San Antonio; así como la vida de la madre Santa Teresa de Jesús, que no están vivos para dar fe, pero que sí pudiesen harían juramento tal que sería bien visto por los hermanos Diosesanos]. También el mismo rey Don Alfonso X o el historiador provenzal Caesar Manot. En el renacimiento el mismo François Rabelais o el mismo Fernando de Rojas. Nuestros hispanos más leales a la verdad Lope de Vega o Calderón de la Barca. Hasta la actualidad con Hobsbawm y su postura sobre la historia. La revisión continuaría pero no es necesaria la cita pedantesca que aburra al lector

La realización de Les Chants

Cuando leí Los cantos de Maldoror me parecieron la dinámica más pura de la muerte. Pero ahora, que recibí esa inmensa visión de Calasso he descubierto un secreto juego de este libro con sus contemporáneos: El sarcasmo. La exageración como figura; no es la primera vez que sucede, la exageración negativa raya en el humor negro; como una destrucción aparente, más bien es una nueva decodificación. Calasso cumple un propósito con sus Elucubraciones de un asesino en serie y es el silencio.

Miguel Tonhatiu