LOS FIELES
A Genaro Rendón
Este relato lo transcribí de la reproducción de un viejo VHS con la etiqueta que le da nombre. Me lo canjeó un ladrón por una botella de licor de caña. En este video se relata cómo las primeras bandas se dividen el poder en este pueblo.
Los esperamos desde hace cuatro horas, escondidos en esta zanja tupida. La tierra está seca, sólo puede germinar la hierba mala. Un cuenco viejo permanece en tierra oxidado. Está seco como nosotros. Somos tres los que estamos encomendados aquí. El negro nos dijo que lo debemos liquidar antes de que pase por completo la peregrinación. Juan piensa que mataremos a su padre, está feliz. No sabe que otro será el muerto. Arguye que está cansado y los pies se le entumen. El sol arrecia.
- ¿Cuándo van a llegar?- dice Juan.
Mientras se arranca el pelo del costado. Se ve ansioso.
Yo lo miro con piedad. Crecimos juntos, ahora debe caer, por la responsabilidad de su padre. El padre que a todos nos bautizó. Luego Juan empieza a comerse su propio cabello que tiene en las manos. Como un juego de mordisquear los folículos delgados hace un pequeño esfuerzo se los traga.
- No falta mucho - mira el reloj, marca las tres y media.
Observo todos los huecos de polvo; sé que ellos vendrán. Estamos sedientos y urgidos por el tiempo. Ariel saca un cigarrillo y lo enciende; luego hunde su mano sobre la tierra blanda. Su silencio nos quema. Juan tiene temor, tiembla cuando toma el arma. ‘El cura no nos protegió. Alguien tiene que pagar, el dinero que pasa por aquí es demasiado para que el cura nos quiera ver la cara’ nos explicó el negro. Juan tiene el cíngulo de su padre.
- Pinche sol – espeta Ariel con su voz ronca.
Él se acerca para decirme que terminemos de una vez, yo le digo que el negro nos dio la orden que lo esperáramos y arroja el cigarrillo.
Con el cañón del revólver le hago la señal de silencio y le explico:
- El negro dijo que pasarían a estas horas, no falla- dice la voz en off.
- ¿Y si ellos también están armados?- contesta Juan.
- Tú disparas y ya - responde Ariel hastiado.
Ariel es el más tranquilo de los tres. El sol le da en pleno rostro y no parece hacerle mella. Yo sudo como un loco. Vemos otra polvareda y levantamos las armas. Ariel corta el cartucho de su escuadra y yo preparo el gatillo de mi Smith & Wesson. Oigo sus cantos ya cerca. Se escucha un tambor y una sonaja que acompañan sus rezos. La peregrinación, por la polvareda, oculta sus rostros. No sabemos quienes cruzan la colina: son una sierpe de formas humanas que avanza lentamente, la farsa. Juan lleva la botella de agua y le da el último trago. Ariel se adelanta y lo sigo. Los rezos y los cantos se escuchan muy cerca. Juan dispara de forma defensiva, casi inocente.
‘Pendejo’, grita la voz en off. Ariel mira a Juan y éste empuña la pistola en contra de Ariel.
- El negro nos traicionó – titubea, Juan, quitándose el sudor confundido con las lágrimas. Yo no respondo. Oímos el grito del negro desde el grupo de personas: “está muerta”.
Los rezos cesan y sólo el zumbido del polvo nos da en la cara. Juan quiere huir, una convulsión lo deja en el piso vomitando sangre. No entendemos. Ariel avanza hacia el cuerpo que se agita. El polvo disminuye. Veo una turba de hombres con R -15. El viento se tarda en anunciármelo. Ya no hay tiempo. El sol me ha secado la boca. El negro, que viene entre el tumulto (en la cámara se ve alto y calvo), se aproxima a nosotros; dispersa a sus hombres.
[Aquí se interrumpe el video. El personaje identificado como voz en off tiene una cámara oculta en alguna parte de su cuerpo. El relato continua en medio de una polvareda y con un ángulo nulo. Pareciera que inclinó la cámara hacia el suelo. Continúa con la voz del personaje].
Reniego del polvo porque se introduce en mis ojos dejándome sin ver; voy a la turba pensando en la muerte; Ariel me dice que entregue mi arma. El negro extiende su mano para recibirla. La pongo en su palma. El negro mira el cuerpo con lástima y no me dice nada.
- ¿Está muerto?- la voz en off.
- Creo que sí- se sienta en la piedra y da un suspiro.
El negro limpia el sudor de su frente con un pañuelo que saca de su pantalón y guarda la pistola en su cinto. Luego responde con sorna:
- La gente del cura nos iba a matar, mis muchachos y los detuvimos en el vado- sonríe el negro- están locos, pero el cura no verá el cuerpo.
No hay heridos; sólo Juan revolcado con la boca abierta ante el sol. El negro al fin arroja un fajo de billetes al suelo, los levanta Ariel.
- La mierda extranjera no nos agrada- Ariel lo mira con repulsión y el negro ríe burlonamente.
A mi no me mira.
- ¿Y su gente? ¿Y los fieles? - le increpa la voz en off se percibe temor.
- Ya sabes que hacer- responde el negro.
Sus hombres arrojan un par de palas de tierra y se alejan con la peregrinación; los tambores comienzan a tocar y los rezos se reanudan. Ariel levanta el cuerpo con dificultad. Yo no comprendo.
Ariel en silencio me mira.
- Terminamos aquí - señala al suelo. El sonido de su voz se confunde con el ruido de los tambores y los cantos.
Lo veo marcharse lentamente hacia la peregrinación, sé que se perderá entre el tumulto.
[Hay otra pequeña pausa en el video. Recomienza con el personaje que porta la cámara que tiene las manos cruzadas al pecho de alguien, que poco a poco por sus diálogos descubrimos que es el cuerpo de Juan. Le habla como si estuviera vivo].
- Tengo que llevarte donde nadie te encuentre- dice la voz en off.
Yo me echo a la espalda el cuerpo de Juan camino lento porque su peso inerte es mucho.(Se inclina y lo deja sobre la tierra). Pienso en mi amigo, su muerte repentina. A lo lejos veo un punto, una forma con túnica que arrastra sus pasos. (Se ve en la película un punto lejano, negro, luego se multiplican hasta ser una turbamulta. Es gente del cura.).
- Me engañó, no los detuvo- dice la voz en off.
Comienza a cavar el pozo en silencio, tratando de ganar tiempo. Una figura que después se descubre como “el cura” llega hasta aquí con los fieles, son muchos los ojos que miran. Cada uno se acerca al cuerpo y lo recorre; unas mujeres le cruzan las manos en el pecho. Murmuran cosas, continúa cavando. El cura trae la ropa sucia, casi ensangrentada sin el cíngulo.
- Juan era mi amigo- dice la voz en off.
Les habla para que le recen. (la cámara no regresa a la fosa, no se mueve, sólo está la turba ) El cura dispara. La gente ha desaparecido, como si fuesen sólo sombras.
La cámara mira la sol. Se pierden los colores.
Juzgué que por los cortes, no hubo edición en este instante, llevé la cinta con un especialista en grabaciones digitales y dijo que la grabación no había sido recortada. No hay añadiduras.