sábado, 16 de julio de 2011

Cuento

ABSURDO, BLANCO




A Milorad Pavic




Aquella vez en que volviste a ser niña. En que nos encontramos e hicimos el amor. Era el fin del mundo. Jazz yacía a tu costado, enferma quizá, tal vez triste. Nadie nos dijo que este juego llegaría tan lejos. Que esta forma de burlarse del amor fue una manera de negar esa práctica.
- ¿Qué no tienes respuesta?
Levantas la taza y me miras.
- Creo que al fin te conozco; aunque nunca supe de ti.
Pensaba que el juego terminaría igual sin que nadie saliera lastimado. Yo, como simple observador, pensé que ese mundo era imposible. Que las historias de amor parecían cosas lejanas, me resultaban indiferentes.
El galgo afgano seguía quejándose, no se levantaba del suelo, respiraba rápido. “Jazz”, decías con ternura. Llorabas con desesperación.
Por un momento vi que el color del pelaje de la hembra galgo cambiaba. No era una ilusión. El color gris se había tornado plata claro, como tus cabellos.
Terminamos tristes los dos.
- Nadie podrá escucharte, nadie.
Supe que lo decías al aire como si no me oyeras. Porque nos sabíamos en un juego absurdo, blanco.
Una tonta idea de ambos.
Yo seguía mirándolas a las dos desde la cama.
Pensé que Jazz en su tierra sería madre, amamantaría a sus cachorros en tierras desérticas y tendría una estirpe de galgos inmortales. Sus padres de Jazz fueron perros cazadores de guerra entre las tribus nómadas en el desierto.
Yazul seguía gimiendo. Yo sentí aunque estaba extenuado por nuestro encuentro. El juego.
- La verdad está aquí- señalaste a la cama y te pusiste en pie, tu cabello casi plata (larguísimo y lacio) era igual a mis pensamientos.
Luego todo fue como un rompecabezas, un juego complejo de imágenes sueltas, armadas abruptamente por un dios. En frente de la mesa vi tu velo. Tuve temor de saberte desnuda y mía.
Parecía un sueño, como contarme alguna leyenda de las Mil y una noches al oído. En este territorio desértico que era mi Dos Sacrificios, vivía esta historia.
- Tú lo inventaste- decías reprochándome.
Yo sabía que todo eso: nuestro encuentro fortuito, luego tu amor, era un engaño; cuando simulaste ser otra persona en la red y me invitaste al bar para probar mis alcances. Sabías tanto. Pero desee seguir tu juego. Dije cosas que no pensé. Arrogante, siempre. No sabías que sí llegué al bar pero nunca te vi.
- Sigue mal- te inclinaste hacia ella y me dejaste ver tu naturaleza secreta. Mi cuerpo reaccionó ante tu olor.
Otra vez me excité. Decías que lo nuestro pertenecía al espíritu.
Yazul quiso levantarse, respiraba fuerte, yo pensé que moriría esa noche.
Me levanté avergonzado por mi desnudes, pero quise acariciarla. Tú olías a un perfume extraño “Armagedon 44”, pensé que mi cuerpo había consumido todo tu olor. Acaricié a Jazz “afghan hound” decía la foto en Internet.
- Estarás bien, lo sabes,
Te acercaste nuevamente y el abrazo cimbró mi cuerpo. Te eché a la cama y te quité el velo blanco que te hizo ninfa en ese amanecer. La luz del sol vino después. La perra enferma nos miró haciendo el amor.
Volviste a ser niña, ya lo dije, te apenaba tu egoísmo. Recuerdo que me sedujo tu forma de escribir “Venid a mí soy el amor que purifica”. Me gustabas sobre la cama. Más llena de palabras al gemir. Parece que en ese momento te desee más que te quise.
- Eres carne- dije leve para que Yazul no despertara-. El amor no es suficiente se necesita esta otra parte, amor.
Olía ya a ti. Deshecho, ya cansado con sueño, con tu cuerpo a mi lado, te miraba dormir.
Me levanté lentamente, quise salir rápido. Tomé mi ropa barata y mi teléfono móvil. Recibí un mensaje al encenderlo, todo a mi alrededor fue más claro que en mis sueños.
- Alguien, me espera- te mentí.
- Quédate- decías con los ojos cerrados. Me aproximé a Jazz, su color había cambiado nuevamente a un azul cielo. Brillaba en esa penumbra.
Terminé de abotonarme la camisa. Te miré y abriste un segundo los ojos. “Hoy son claros, no como en las fotos de la red”, pensé.
- ¿Es tu nombre verdadero?- dije.
Tú sonreíste. Entonces caminé hasta el bañó y abrí el grifo para lavarme el rostro. Sabía que el mundo podía destruirse ese día.
Yazul se levantó feliz tras de mí. Me olió.
Salí del baño y tu me diste la espalda. “Blanca y lineal, un cuerpo hermoso. Tengo que salir de este sueño”, pensé. Jazz seguía oliéndome y dio un gruñido, luego ladró un poco, reconociéndome. Un mensaje llegó a mi móvil. Leí un reclamo. No quise volver a verlo. Salí en silencio de tu casa.
Afuera tomé un taxi y me alejé del lugar para concluir el sueño. Jazz caminaría por la calle. Tú seguirías siendo niña, lo predije.
El taxi impactó contra un BMW y al volante vi tu rostro. Olí tu fragancia por vez última; sabía que era el fin del mundo.



Miguel Tonhatiu, mayo 2011

1 comentario:

  1. Todos tenemos algo de sanguinario pero no me considero tan perverso como para seguir viviendo sin amor. Quiero despertar de este sueño.
    Saludos Tona, me gustó mucho. Enfrentemos al bien y al mal por turnos, en cada escaque.

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