miércoles, 19 de enero de 2011

NUEVO CUENTO

LA VOCAL DÉBIL




Venía de la nada. El tábano seguía en mis ojos, cerró sus alas y se dispuso a dejarse caer sobre mi brazo. Al notar sus secretas intenciones yo me dispuse a cazarlo. Días atrás me había causado algunas ronchas en el dorso de la mano. Tenía el deseo. Al verlo allí sobre mi brazo, en mi trampa, sentí su miedo, su faz minúscula desprendía ese temblor único que se tiene antes de morir. Entonces lancé mi golpe con la palma abierta.

Desapareció, pensé que habría huido al fin y mi empresa resultaría un fracaso. Vi una silueta pequeñísima resbalar por mi camisa, lenta escuálida, como una pelusa negra en este espacio de algodón con cuadros finos. Terminó aquí (cómo este registro insensato de un acento, de una tilde en la vocal débil que es la “i”, carajo.) El animal se convirtió en una vulgar mancha en mi ordenador, luego en la hoja impresa, se fusionó con la tinta.

Lo singular fue que dejó un rastro de sangre delgadísimo como un camino en mi brazo, un tatuaje con mi propia sangre.

Cada vez que tengo la necesidad de rascar mi piel, saco este texto para ver como en venganza también se vuelven las palabras.

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