PRESENTACIÓN DE EL MAL
Para Miguel Tonhatiu
Entre las innumerables maneras de enfrentar la práctica de la literatura, las cuales vamos a analizar una a una a lo largo de este breve breviario (valga la redundancia), existen dos que han acaparado la atención de los estudiosos y que parecen ser antagónicas: aquella que propone como lo máximo de las cualidades literarias la sencillez, la claridad, esa difícil facilidad que hace inteligible al lector la materia narrada. En contraposición, está la escuela que considera que contar de manera sencilla y accesible es cuestión de abarroteros, de educadoras de preescolar uno y de nana de niños mongoloides, y que la narración ambigua, inefable y hasta abstrusa, es la que da valor de arte a la práctica inmemorial de contar una historia. Entre los rep0resentantes cimeros de la primera escuela, la de la sencillez, está Ernest Heminway con su fabulosa obra maestra: El viejo y el mar. Entre los representantes cimeros de la segunda escuela, la de la complejidad, está William Faulkner, con su fabulosa obra maestra: Mientras Agonizo. Curiosamente, ambos autores han sido galardonados con el premio Novel de literatura, lo cual ha de significar algo, aunque yo no sepa exactamente qué. Quizá que el estilo no importa, que más allá de la forma y de los trucos literarios, lo importante de una obra es que impacte al lector, que lo seduzca y que lo haga identificarse con, y adentrarse en, el mundo creado por el autor. Lo cual, desde luego, también se puede conseguir con un sensato equilibrio entre la sencillez y la complejidad.
De la lectura de El mal, el libro de cuentos de Miguel Tonhatiu que, para desgracia de ustedes, me ha tocado presentar, paréceme a mí que este novel autor, que al Novel llegue, se inclina más por la escuela de Faulkner que por la de Hemingway.
Mis primeras impresiones después de leer El mal, son las siguientes:
1.- Se trata de un libro oscuro como el mal y como su portada.
2.- Su contenido se refiere, como el mal, a cuestiones repugnantes: la cobardía, la traición, la locura, la violencia, el crimen, la mentira, la crueldad y la muerte. La muerte, sobre todo, casi siempre violenta, absurda y descarnada (hay que reconocerlo: no tiene carne) campea por todo el libro.
3.- En medio de estos temas de abyección y derrota, irrumpe, de pronto, constantemente, la fantasía onírica, el horror inesperado, la sorpresa gótica.
4.- Los cuentos están escritos con frases cortas y contundentes como hachazos, carentes casi de conjunciones que, con frecuencia, son sustituidas por comas.
5.- Se siente, en todo el libro, un ímpetu por la experimentación con el lenguaje, con los efectos del lenguaje, y con la sicología anormal de los personajes.
6.- Se hace uso frecuente del dato escondido elíptico y en hipérbaton, lo cual contribuye a incrementar la oscuridad del libro y la inquietud del lector.
7.- Abundan los epígrafes en donde el autor, a la manera de algunos clásicos, tratan de echarle la culpa a terceros de lo que él escribió. De creerle, resulta que él es responsable de un par de textos y que no merece el crédito que se le da en la portada.
8.- Hay en sus cuentos ecos de Cioran (uno de ellos se llama La aguja de Cioran, por cierto) y la visión nihilista, amarguísima y sarcástica del filósofo rumano. Enrico y los peces pretende ser una parodia cruel y escatológica de las técnicas de García Máarquez y del realismo mágico, mientras que el cuento denominado Agua me pareció inspirado en las pesadillas de algún personaje de Horacio Quiroga. El ambiente y la visión de Los fieles, hace pensar en Juan Rulfo, aunque la técnica narrativa es sorprendente. Este ímpetu de Narrar lo incongruente, lo anormal, lo repugnante, desde puntos de vista poco experimentados por la literatura, agrega valor al trabajo de Miguel Tonhatiu y obliga a leerlo con cuidado porque, como el mismo autor lo señala en el libro, refiriéndose a alguno de sus personajes, sólo una lectura superior podría descifrarlos.
9.- Me parece, finalmente, que estamos frente a un autor que ha leído mucho y bueno, y que aspira, noblemente, a emular lo mejor.
En cuanto a mis impresiones posteriores sobre el libro, las cuales se encuentran a continuación, me niego violentamente a leerlas, pues me parece que ya los tengo hasta el gorro y siempre he temido a los linchamientos.
Finalmente, una aclaración personal: encuentro con cierta frecuencia, en mis correrías de vendedor ambulante de libros, personas que me dicen que se han embarcado en la literatura, que están escribiendo cuento, poesía, novela, etec. A todos les digo que no sé si darles la bienvenida al gremio; si ofrecerles mi más sentido pésame, porque ser escritor en México es llorar lágrimas de sangre; o sí reírme a carcajadas de sus aspiraciones, porque, como saben quienes me conocen, yo siempre he pensado que escribir es estúpido.
Como Miguel Tonhatiu me pidió que presentara el libro, se convirtió en un caso especial, así que voy a hacer todo, o casi todo, lo que dije antes:
Bienvenido Miguel, al gremio.
Te ofrezco mi más sentido pésame.
Y no me río a carcajadas porque tengo el labio partido.
Que el peso de la literatura te resulte leve.
Carlos Flores Vargas